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La lechuga (lactuca sativa) es una de las hortalizas más consumidas en todo el mundo, aunque su principal producción se concentra en zonas templadas. Es una hortaliza que se consume en fresco, constituyendo un componente primordial de los preparados de IV gama.
Riego
El riego es el factor limitante del cultivo de la lechuga. Un déficit de agua supone la parada vegetativa, por lo tanto disminución del tamaño, necrosis en los bordes, engrosamientos en las hojas y un aumento de la incidencia de botrytis. En definitiva, una disminución brusca del rendimiento y la calidad. Por el contrario, un riego excesivo puede llegar a producir asfixia radicular y una bajada considerable del peso de cogollo.
Por su sistema radicular reducido en comparación con la parte aérea, la lechuga es un cultivo muy sensible a periodos de sequía por breves que estos sean. Lo ideal son riegos cortos y frecuentes que no encharquen el suelo. Es importante controlar que no haya un exceso de humedad para evitar problemas de podredumbres de cuello. Por lo tanto el manejo del riego es fundamental en este cultivo
SISTEMA DE RIEGO
El mejor sistema de riego para la lechuga es el riego por goteo, ya que permite una humedad constante en el bulbo y disminuye las incidencias de las enfermedades anteriormente citadas. Existen otros tipos de riego que actualmente se usan en este cultivo, pero cada vez están más en desuso, como por ejemplo el riego por gravedad o por aspersión.
Para el riego por goteo se suele utilizar tubería de goteo de pared delgada como puede ser DripNET® si queremos un gotero autocompensante que nos ofrece mayor uniformidad a lo largo de todo el lateral de riego, o Streamline® X, cinta con goteros muy resistente debido a los nervios longitudinales que refuerzan su resistencia a la tracción y al roce con la maquinaria y el entorno.
Los caudales de gotero recomendados para el riego de la lechuga están entre 0,6 – 1 l/h y la separación entre goteros entre 20 y 30 cm (según características del terreno y el caudal seleccionado). El diseño más adecuado será el que permita que todas las plantas mantengan el mismo contenido de humedad.
Para la lechuga están recomendados los riegos cortos y frecuentes, para mantener la humedad en las capas más superficiales del suelo y evitar las pérdidas por percolación.
Para controlar el manejo del riego son muy útiles las sondas de humedad del suelo. Con la monitorización de la humedad podremos prevenir un exceso o un defecto de riego y podremos conocer la profundidad de aprovechamiento del agua por parte de las raíces.
Además, si optamos por la opción de sondas con medida de la conductividad eléctrica, tendremos información sobre el nivel de salinidad en el suelo, importante dada la sensibilidad de este cultivo.
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RIEGO SEGÚN LAS FASES FENOLÓGICAS
El cultivo de la lechuga es muy sensible tanto al exceso como al déficit de riego. Sin embargo, hay algunos períodos críticos en los que la falta de agua disminuirá de manera considerable el rendimiento comercial del cultivo:
Preplantación
En general se hace riego de pretransplante, según las condiciones de humedad del suelo, para preparar el suelo para el trasplante. Cada vez es una práctica más habitual enterrar la tubería de goteo a 5 a 10 cm de profundidad previo al trasplante. Esta práctica se ha popularizado, porque reduce la mano de obra para “ordenar” las cintas que se mueven con el viento, aunque también tiene claros beneficios reduciendo la evaporación directa desde el suelo.
Postransplante
Es recomendable mantener el suelo cercano a capacidad de campo en los primeros 20 cm de profundidad de suelo.
Desarrollo del cultivo
Es fundamental prevenir el estrés hídrico. La mayor parte de las raíces del cultivo estará en los primeros 30 cm de suelo. La monitorización de la humedad en el suelo mediante sondas de humedad con sensores cada 10 cm nos permiten tener un patrón de absorción de la planta durante la fase de desarrollo y adaptar de forma óptima la frecuencia y el tiempo de los riegos.
Precosecha
Normalmente el requerimiento de agua de la lechuga es máximo durante las 2 semanas previas a la cosecha.
La temperatura óptima de germinación oscila entre 18-20ºC. Durante la fase de crecimiento del cultivo se requieren temperaturas entre 14-18ºC por el día y 5-8ºC por la noche, pues la lechuga exige que haya diferencia de temperaturas entre el día y la noche. Durante el acogollado se requieren temperaturas en torno a los 12ºC por el día y 3-5ºC por la noche.
Este cultivo soporta peor las temperaturas elevadas que las bajas, ya que como temperatura máxima puede soportar hasta los 30 ºC y como mínima temperaturas de hasta –6 ºC.
Cuando la lechuga soporta temperaturas bajas durante algún tiempo, sus hojas toman una coloración rojiza, que se puede confundir con alguna carencia.
La lechuga vegeta bien en suelos diversos pero prefiere terrenos francos y frescos que no se encharquen y elevado contenido de materia orgánica. No resiste la acidez, por lo que prefiere suelos ligeramente alcalinos. Es un cultivo sensible a la salinidad, por lo que es importante tenerlo en cuenta en la aplicación de abonos y en la calidad del agua de riego.
La plantación es recomendable en caballones de unos 25 cm de altura para evitar el contacto directo con la humedad, disminuyendo el riesgo de ataques por hongos. El cepellón debe quedarse a nivel de suelo para que no se sequen las raíces. Durante los meses invernales es conveniente el acolchado del cultivo con láminas de polietileno negro o trasparente. La densidad de plantación depende de la variedad, desde 6 plantas/m2 en el caso de la lechuga romana hasta 13 plantas/m2 que puede tolerar la lechuga tipo “baby”. La separación entre plantas es recomendable de unos 30 cm, realizando un aclareo si fuera necesario.
PROPIEDADES DE LA LECHUGA
- Baja en calorías: 15 kcal cada 100 gramos.
- Alto contenido en agua, con muy pocas grasas e hidratos de carbono.
- Contiene vitaminas C, E y provitamina A.
- Muy rica en fibra y antioxidantes.
- Contiene ácido fólico.
- Aporta minerales como el potasio, el calcio, el fósforo, magnesio, yodo y sodio.